La crítica de la semana. ‘Beautiful Boy. Siempre serás mi hijo’: flaquezas
Basada en el BestSeller de las memorias de David y Nick Sheff, padre e hijo, la película de Felix Van Groeningen narra la desgarradora e inspiradora historia de supervivencia, recaída y recuperación de una familia que lidió con la adicción durante muchos años.
Es fácil aproximarse a ‘Beautiful Boy’ y conectar inmediatamente con la historia paterno filial de David y Nick.
En estos tiempos frenéticos de estímulos constantes y recompensas efímeras, las adicciones están a la orden del día, aunque muchos elijan vicios menos dañinos, pero vicios al fin de al cabo.
Solo las convicciones personales, un entorno familiar y social adecuado, el apoyo de profesionales y la lucha constante pueden paliar al monstruo de la adicción cuyos efectos, aquí, Felix van Groeningen no maquilla ni dulcifica, pese a la poesía visual que despliega en cada imagen de la película.
‘Beautiful Boy’ no solo es de visionado obligado por las excelentes interpretaciones de Timothée Chalamet y Steve Carell, que dotan a sus personajes de una humanidad absoluta, con todos sus defectos y virtudes.
Van Groeningen saca nuevamente a la palestra un tema controvertido tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo. Las drogas y sus devastadores efectos en el adicto, su entorno y la Sociedad en su conjunto, siempre deben estar de actualidad.
En esta (o cualquier otra familia con valores), David siempre será el padre de Nick, contra viento y marea, por muy dura que sea la vida e incluso cuando se llegue a la desgarradora conclusión de que cualquier ayuda es inútil si el adicto no desea, sinceramente y cueste lo que cueste, salir del pozo o, al menos, convivir con su dependencia intentando que cada día sobrio, cuente.
La carrera por el camino de la vida es y será de fondo, no de velocidad.
‘Beautiful Boy’ no da lecciones sobre el camino a seguir, pues es evidente que el proceso es demasiado complejo y no existen las fórmulas mágicas. Todo empieza y acaba en uno mismo. Las decisiones que tomamos definen quienes somos, y solo nosotros tenemos, en última instancia, la llave para salir de la prisión, o permanecer, hasta morir, en ella.
Como cualquier otra película que denuncia la lacra de las drogas sin efectismos ni fantasías de falsa felicidad, ‘Beautiful Boy’ se reivindica sola.
Si además cuenta con un reparto de lujo y un director con la suficiente sensibilidad para calar sin tirar de clichés y almíbar, estamos ante un ejemplo del cine como vehículo, también, de concienciación.
Lo mejor: la inmensa pareja protagonista.
Lo peor: las malditas drogas.
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