Críticas de Cine. 'Yo, Tonya': brillar (solo) patinando
Tonya Harding fue la
primera mujer estadounidense en completar un salto de triple axel en
competición en patinaje sobre hielo en 1991. Pero el éxito en el hielo no
siempre estuvo acompañado de felicidad en su vida personal.
Entre el expositor de
juguetes rotos del deporte, hay pocos personajes más incómodos y miserables que
Tonya Harding,
la cara B del sueño americano y claro exponente de la white trash.
Su insufrible
personalidad,
tan auténtica como incómoda para una disciplina como el patinaje artístico,
anclada al mágico cuento de hadas, es un
caramelo que llevarse a la boca para el Séptimo Arte, que Craig Gillespie y
Margot Robbie han elaborado con acierto, mimo y mala baba.
'Yo, Tonya' es una
tragicomedia sórdida que no descansa ni un segundo, atizando al
espectador para que esté siempre atento a la locura que acontece, donde la absurda realidad superó con creces
a la ficción.
La Harding, su
familia y sus compinches no saben nada del amor, la educación ni la buena fe,
pues nunca les ha pasado ni rozando. Pese a su incuestionable talento sobre el
hielo, son varios los hervores que le faltan a la polémica patinadora y su
dañino entorno marca Acme.
Ágil, puñetera y
auténtica, 'Yo, Tonya' bebe del cine de Scorsese, de las cloacas del sueño
americano y la inmensa estupidez de una persona frágil, rencorosa y atormentada, azotada por el durísimo ambiente que la
rodea, el éxito que se ve incapaz de administrar y el pisoteo constante de una
Sociedad esquizofrénica, olvidadiza, autocomplaciente y (total y absolutamente)
hipócrita.
Con la cámara siempre
en movimiento, la cinética narración de Gillespie se apoya en un elenco
entregado,
donde Margot Robbie afronta un papel
muy chungo con solvencia, Sebastian Stan
rompe su imagen de niño bueno (y soso) y da un paso adelante en su carrera y, por encima de todos, sobresale la enésima
lección interpretativa de Allison Janney, la 'otra Meryl Streep' con menos
bombo y el mismo (o más) talento.
Para
colmo de bienes, parece ser que los acontecimientos sucedieron más o menos como
nos los cuentan, cosa rara en un Biopic,
por increíble que parezca.
La Harding sigue sin
caerme simpática.
Pero después de esta magnífica película, le concedo el beneficio de la duda.
Lo mejor: Allison Janney, qué
maravilla.
Lo peor: la cara pegada de
Margot Robbie cuando patina, con el peor CGI desde el 'bigotegate' de Henry
Cavill.
Por: Eduardo Bonafonte Serrano.
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