'Morgan': ciencia idiota
Una
compañía tecnológica crea una inteligencia artificial, sin ser conscientes de
su verdadero potencial. Cuando las cosas comienzan a salirse de su control,
deciden contratar a una especialista (Kate Mara) para determinar si acabar con
la criatura o mantenerla encendida.
"Ciencia:
conocimiento ordenado y, generalmente experimentado, de las cosas".
Luke Scott, hijísimo
de Ridley Scott, se estrena detrás de las cámaras con una cinta de
ciencia-ficción de Serie B oscura, sutil y controvertida, de estupendo
planteamiento y moraleja de calado, que mira a otras cintas del género
como 'Ex Machina' y 'Terminator', y
pretende ser la continuación del legado cinematográfico de la familia.
Aunque muchos firmarían
porque todo lo anterior fuera verdad, lo cierto es que la primera incursión de Scott Jr. está más cerca del cine fallido de su
padre en la última década (salvando 'The Martian'), que de los tiempos del
temible octavo pasajero.
Tras visionar 'Morgan', es imposible no pensar que a Luke Scott, el concepto de 'Ciencia' se la
trae al fresco.
Lejos de plantearnos una historia bien hilvanada en torno
a algo tan complejo, moralmente discutible y discutido y, sin duda,
excepcionalmente insólito como la creación de una nueva forma de vida, el joven director se pierde en una montaña
de clichés andantes y parlantes, cuyas decisiones son tan idiotas que ni
los chicos de 'Big Bang Theory' las padecerían en la célebre sitcom.
Los científicos de 'Morgan' son los mismos que sufrimos
en la estrambótica 'Prometheus': cerebritos
inadaptados, presuntos expertos en su campo, pero carentes del mínimo sentido
común.
Los
típicos idiotas que ven algo extremadamente peligroso
delante y, en lugar de analizarlo de forma ordenada realizando las pruebas
necesarias (algo que haría un, adivinen, ¡científico!), dicen 'tira, que seguro
que no es nada y, total, hemos desarrollado lo imposible para luego
comportarnos como cenutrios que caen como las moscas de un slasher cualquiera'.
Tras
la acertada introducción, 'Morgan' pierde fuelle sin remisión.
Aparte de la
estupidez generalizada, el humor soso,
infantil y predecible (esto también lo ha aprendido Luke de su padre), las
frías interpretaciones de un elenco con el que es imposible empatizar, y el
abrupto desenlace... nos quedan noventa
minutos de ridículas piruetas de un guion que todos (menos los ciencia-lerdos del laboratorio) vemos
venir a kilómetros.
Como ópera prima bien facturada, 'Morgan' aprueba por los
pelos. Pero si Luke Scott pretende que le tomemos en serio como director y
guionista, y no 'hijo de', aún tiene mucho que aprender.
Quizás le convenga estudiar otros referentes, más allá de
la alargada sombra de Scott Free.
Lo
mejor: promete mucho.
Lo
peor: es tan tonta, que sonroja.
Por: Eduardo Bonafonte Serrano.
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