Críticas de Cine. 'Juego de armas': hipocresía y balas
Dos
jóvenes porreros de Miami se convierten en traficantes de armas para el
Gobierno de Estados Unidos tras ganar, de casualidad, un contrato por valor de
300 millones de dólares para suministrar armas a sus aliados en Afganistán.
La guerra es un negocio. La guerra es un filón. La guerra
es un vergel donde la muerte de unos, significa la prosperidad de otros.
Cualquiera de las afirmaciones anteriores es tan cierta y
veraz como la transformación de la
fórmula de Todd Phillips, agotada tras los Resacones y necesitada de un cambio drástico antes de iniciar el
camino sin retorno del artista prometedor
que, finalmente, no sabía hacer nada más.
'Juego de armas' establece el reinicio y redención del
cineasta, que no huye de su particular visión de la comedia pero, a la vez, la
utiliza como aderezo en esta dramedia
basada en hechos reales crítica, hiperbólica y también perfectamente plausible
en los tiempos que corren, donde el tope de lo absurdo se eleva a diario,
con un techo incierto, y aterrador.
La película se apoya en varios pilares que funcionan a la
perfección: la pareja protagonista,
con el desatado y caricaturesco Jonah Hill a la cabeza, exuda química y se compenetra a la perfección como las dos
caras de una misma moneda; la irónica y sarcástica voz en off y su
estructura de flashback de dos horas
agilizan la narración, que no para ni un momento, aunque nos permite
reflexionar por el camino; Phillips se
vuelca en la acción, bien planificada y ejecutada, tan absurda como posible en un mundo donde las armas pueden
encontrarse en internet y dos jóvenes sin oficio ni beneficio se forran
viviendo la cara B del Sueño Americano,
en una jungla de intereses, dinero, hipocresía y balas.
En este Hollywood de
remakes, reboots y sagas
interminables, se agradecen películas significativas,
con un mensaje más allá de la misma historia continuada, regenerada, o plagiada
sin ningún pudor.
'Juego de armas' invita a aceptar, abrazar y reflexionar
sobre la puntillosa crítica contra el lucrativo negocio de la guerra, donde los valores se diluyen, tergiversan y
pervierten por todos los implicados en armar a unos y otros, con el dinero como
única e indiscutible Alma mater.
Desde los despachos de los altos cargos del Gobierno hasta
las polvorientas carreteras afganas, la
podredumbre moral, aún vestida de irreverente comedia repleta de
situaciones rocambolescas, no deja de serlo.
Resurgiendo de sus cenizas, Phillips consigue plasmar el
mensaje, reciclarse y vivir una segunda juventud con películas, esperemos, muy
parecidas a esta.
Lo
mejor: hay crítica, y no es superficial.
Lo peor: está claro que Phillips tiene maestros en los que fijarse, quizás demasiado, como Martin Scorsese.
Por: Eduardo Bonafonte Serrano.
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