Críticas de Cine. 'La leyenda de Tarzán': desventurada aventura
Ya han pasado varios
años desde que Tarzán (Skarsgård) abandonara la jungla africana para llevar una
vida aburguesada como John Clayton III, Lord Greystoke, junto a su amada esposa
Jane (Robbie), pero ahora le han invitado a que vuelva al Congo para ejercer de
embajador de comercio en el parlamento. En realidad, todo forma parte de un
plan de venganza y avaricia ideado por el capitán belga Leon Rom (Waltz), pero
los responsables de esta estrategia homicida no tienen ni idea de lo que se les
viene encima.
Si
pensamos en la perfecta película de aventuras, a muchos nos vendrá a la cabeza
Indiana Jones y su inseparable fedora, Los Goonies buscando el tesoro que salve
los muelles o a Rick O'Conell tirando de carisma y chulería frente a La Momia.
Si,
además, evocamos las sensaciones que nos produjeron estas insignes películas, ninguna de ellas serán indiferencia o,
peor, aburrimiento.
Contra
todo pronóstico (un héroe mítico, acertado casting, director capaz de aguantar
el azote de un gran estudio y paletadas de millones al servicio del
espectáculo) 'La leyenda de Tarzán' es
la aventura mas soporífera del personaje creado por Burroughs, a años luz
del magnífico homónimo animado de Disney o la aledaña y deliciosa revisión de
'El libro de la Selva', de Favreau.
Pese
a la bella realización y las vigorosas (aunque en exceso intermitentes) escenas
de acción, el socarrón y anabolizado
Lord Greystoke tiene la misma expresividad que un gnomo de jardín.
La
química y complicidad con Jane brillan por su ausencia; las bromas con su
compinche (queridos directores de casting: el
'rollo' de Samuel L. Jackson NO vale para todo) de periplo selvático apenas
nos dibujan una sonrisa; para rematar la faena, el (preocupante para un actor
de su talla) enésimo 'malo de garrafón'
del señor Waltz nos transmite pereza y sopor, diluyendo la amenaza a...
cero.
Sin
implicación con los personajes y sus destinos; sin sentido de la maravilla; sin
acción provista de alma y sentido... no
hay aventura posible que recordemos más allá del momento.
'La
leyenda de Tarzán' peca por exceso:
exceso de descripción de unos personajes que ya conocemos y lastran el
crescendo de la aventura; exceso de confianza en la efectividad del empacho
digital con muchas luces pero también (demasiadas) sombras reflejadas en
pantallas verdes; exceso de celo por alumbrar una revisión 'diferente' que, sin
embargo, 'contente a todos', varando sin remisión en la peor de las tierras: la
de nadie.
Visualicen,
recuerden, evoquen a Indy perseguido
por una enorme bola... no hay un solo
momento en esta película con el que la butaca se les quede pequeña.
Con
sopor... no se construyen leyendas.
Lo mejor: la estampida.
Lo peor: mala señal cuando
Tarzán nos provoca las mismas sensaciones que un pleno del Congreso.
Por: Eduardo Bonafonte Serrano.
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