Críticas de Cine. 'Eddie el Águila': superando límites
La película detalla
las inspiradoras hazañas de Michael Edwards, mejor conocido como “Eddie el
Águila”, el más famoso saltador de esquí en la historia británica. El enfoque
de la película hacia el deporte de Edwards, de nunca rendirse, festeja el
espíritu humano.
Los
dramas deportivos siempre han sido un vergel para el Séptimo Arte: bien
explorando su lado más oscuro y destructivo ('Un domingo cualquiera',
'Foxcatcher'), o ensalzando las virtudes y sacrificios que supone competir en
la élite, sobre todo cuando se tiene todo en contra.
Así,
con mayor o menor fortuna han pasado por el cine esforzados héroes cotidianos
incapaces de rendirse y tirar la toalla, como Rocky Balboa o, aquí, el Saltador
Olímpico Eddie 'el Águila' Edwards, un
personaje tan pintoresco e inspirador como su historia.
No
busquen segundas lecturas en 'Eddie el Águila'.
Lo que vemos es lo
que hay. La
cinta dice no a la épica forzada, a la grandilocuencia impostada y a la
realización rimbombante que haga que todo parezca más de lo que es.
Con
maneras de telefilme, la gracia reside en contarnos la enésima historia de
superación buenrollista y amable sin
pretensiones, oscuridad y propensión al aburrimiento.
Todo en ella derrocha
optimismo y vitalidad.
No
pasará a la historia como un imprescindible drama deportivo (ni es 'Carros de
fuego', ni lo pretende) pero sí pasa el corte de 'fábula con la que pasar un
rato muy divertido' y, a la vez, saborear
la moraleja de que los límites de cada uno están para romperse si existe la
voluntad (más un punto de locura) suficiente.
La
producción de Matthew Vaughn (director de la fantástica 'Kingsman') insufla al biopic de un humor particular
adorablemente estúpido al que hay que entregarse de buen grado para disfrutar
cada salto de este friki con esquíes.
El incombustible
carisma de Hugh Jackman (aquí un Lobezno borrachín, socarrón y con corazoncito) y la interpretación hiperbólica de Taron
Egerton como el Águila más rara y tenaz que ha surcado los cielos, hacen el
resto, acompañando los logros de Eddie con una selección de 'feel good songs'
con las que venirnos arriba, mechero en mano.
El dúo exuda química y constituye lo
mejor de un filme pequeño pero efectivo, que se olvida nada más verlo pero
divierte durante sus cien amenos minutos, donde se cumplen a rajatabla todos
los tópicos del manual titulado 'superación cinematográfica basada en hechos
reales', que tanto gusta en Hollywood.
El
Águila ha aterrizado... lo pasarán en grande viéndola volar.
Lo mejor: el guiño al
Bobsleigh hawaiano.
Lo peor: se echa de menos un
toque extra de honestidad y mala uva.
Por: Eduardo Bonafonte Serrano.
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