Críticas de Cine. 'El libro de la Selva': apabullante actualización del clásico
Sigue la historia de
Mowgli (Neel Sethi), un niño al que cría una manada de lobos en la selva, y que
se embarca en un fascinante viaje de autodescubrimiento cuando se ve obligado a
abandonar el único hogar que ha conocido en toda su vida. Nueva adaptación de
la novela de Rudyard Kipling.
En
los últimos años, en Hollywood escasean las historias originales. Las
adaptaciones, secuelas, precuelas, remakes
y reboots campan a sus anchas, muy a menudo víctimas de la falta de chispa,
de alma, de una razón de ser más allá de amasar fortunas.
Por
suerte, en todo pajar se puede encontrar una aguja, y en lo que llevamos de
2016 ésta es, sin duda, la espectacular, divertida y vibrante 'El Libro de la Selva'.
El
nuevo trabajo de Jon Favreau (también el mejor hasta la fecha) abunda en
virtudes, que van desarrollándose conforme avanza el (ajustado) metraje.
Estamos
ante la aventura más impresionante en el apartado visual desde 'Avatar' donde,
además, el 3d luce tan magnífico y absorbente como la exuberante selva digital
donde el joven Mowgli lucha por encontrar la mejor versión de sí mismo.
El
fotorealismo de la cinta hace imposible distinguir lo que es real de lo que
(sabemos, pero no percibimos) no: el zoo animado merece un apartado aparte,
sobre todo en la excelente recreación de Baloo, Bagheera y Shere Khan.
Pero
la principal y celebrada diferencia de 'El Libro de la Selva' respecto a otros Blockbusters de Disney, aledaños y
semejantes es que tiene una historia que
contar.
Ya
la conocíamos, cierto, pero el cineasta artífice de 'Iron Man' se las arregla
para que resulte fresca, entretenida, emocionante y respetuosa con la
audiencia.
Las
cosas no ocurren porque sí, ni son una sucesión de escenas cual pantallas de
videojuego, armadas con el único pretexto de alcanzar el consabido clímax.
Sin
prisa, Favreau cuenta la historia de Mowgli (Neel Sethi, derroche de naturalidad, perfectamente integrado en el entorno
digital) en su viaje de autoconocimiento, sacándose de la manga unas cuantas
tomas épicas, majestuosas y trepidantes que bien valen cada euro de la entrada.
El espíritu de la obra de Kipling
y el clásico animado de Disney no sólo están intactos, sino que reciben una
brillante y satisfactoria actualización plenamente justificables.
Padres
e hijos la disfrutarán por igual: unos reencontrándose con su infancia y riendo
con los jugosos chascarrillos de Baloo (eso,
Mowgli, se llama Propaganda), otros descubriendo por primera vez una obra
de peso adaptada con tino para las nuevas generaciones.
Agárrense
a la liana... este libro da gusto leerlo.
Lo mejor: en esta ocasión, hay
mucho más que un espectáculo visual.
Lo peor: nada que merezca el
adjetivo.
Por: Eduardo Bonafonte Serrano.
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