Críticas de Cine: 'La gran apuesta': el timo cíclico

Póster de La gran apuesta


Cuando cuatro tipos fuera del sistema descubren que los grandes bancos, los medios de comunicación y el gobierno se niegan a reconocer el colapso de la economía, tienen una idea: "La Gran Apuesta"… pero sus inversiones de riesgo les conducen al lado oscuro de la banca moderna, donde deben poner en duda todo y a todos... Adaptación del libro “La gran apuesta” de Michael Lewis, que reflexiona sobre la quiebra del sector inmobiliario norteamericano que originó la crisis económica mundial en 2008.

Es difícil entretener con un asunto tan brutal, espinoso y demoledor como la cruenta crisis hipotecaria que colapsó la economía estadounidense, afectando prácticamente a todo Occidente en el camino.

Millones de empleos perdidos, miles de millones tirados por el retrete y las esperanzas y sueños de mucha gente, pisoteadas por un sistema indolente, corrupto y corruptor.

Ante semejante escenario dantesco, el director Adam McKay se mueve como pez en el agua, facturando una dramedia ácida, surrealista pero también certera, que no maquilla ni un poquito la gravedad de lo que aconteció cuando la burbuja explotó cual bomba atómica.

'La gran apuesta', sigue la estela de 'El lobo de Wall Street', conjurando un reparto estelar perfectamente ensamblado (Bale, Pitt, Carell y Gosling se salen del tiesto en sus respectivos papeles), que nos adentra en la pútrida jungla de Wall Street, repleta de cháchara económica y personajes sin escrúpulos de la más baja estofa, haciendo inteligible para el espectador toda una telaraña de fraude, codicia y estupidez.

A toda vela, sin prisa pero sin pausa, la cinta de McKay vuela alto, explotando en un desenlace cuya moraleja patenta, tristemente, la podredumbre del ser humano y su innata capacidad para tropezar no una, ni dos... sino todas las veces que hagan falta, en la misma piedra.

El timo cíclico escenificado en una película que hay que ver. 

Aunque detesten, al final, todo lo que ésta significa.

Lo mejor: McKay consigue entretener con un asunto farragoso.

Lo peor: la aplastante moraleja.

Por: Eduardo Bonafonte Serrano.

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