Críticas de Cine. ‘Noche en el Museo. El secreto del Faraón’: ¿dónde está la gracia?

Póster en español de Noche en el Museo: el secreto del Faraón

La tabla de Ahkmenrah, la que hace que las estatuas de los museos cobren vida, está perdiendo su magia. En un intento desesperado para proteger el valioso tesoro, Larry Daley viajará junto a sus amigos Theodore Roosevelt -Robin Williams en su última película-, el faraón Ahkmenrah, Atila, Jebediah Smith, Augustus Octavius y Sacagawea desde Nueva York hasta Londres. Allí intentarán contactar con alguien del Museo de Londres que les ayude a restaurar la magia y conocerán a Sir Lancelot y otros personajes del antiguo Egipto.

La segunda entrega de ‘Noche en el Museo’ reveló el cansancio de una saga cuyos elementos para atraer al público terminaban con Ben Stiller y Robin Williams.

La tercera entrega lleva la acción a Londres, pero el cambio de escenario y la adhesión de inéditos personajes, lejos de añadir nuevos bríos, constatan que la madeja se ha quedado sin hilo.

Descafeinada.

Es el mejor adjetivo que se le puede dedicar a la película de Shawn Levy: bromas sin gracia o mil veces vistas (cuando algo no funciona, pon a bailar a los personajes); incorporaciones que no aportan nada (Rebel Wilson hace lo único que sabe sin arrancarnos una mínima sonrisa, incluso provocando incomodidad. Es como si Melissa McCarthy se pasara al lado oscuro de La Fuerza) y un crescendo forzado que nos hace preguntarnos si director y actores pretendían hacer algo parecido a una comedia de aventuras… u otra cosa.

Evidentemente, en un film de alto presupuesto, el acabado digital es impecable.

También hay momentos inspirados (el cameo de Hugh Jackman, la alusión del Faraón al Pueblo Judío, la broma de los gatitos, el bailongo Dick Van Dyke, la lucha entre el Guarda y la Serpiente…) pero, cuando la función llega al final, la insatisfacción ante el continuo ‘quiero y no puedo’ es inevitable.

Al menos podemos agradecer el homenaje a los fallecidos Mickey Rooney y Robin Williams, y el hecho de que el Museo eche, por fin, el cierre.

Lo mejor: el momento ‘Lobezno’ de Hugh Jackman.

Lo peor: la sensación permanente de estar viendo un producto prescindible.

Por: Eduardo Bonafonte Serrano.

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