Críticas de Cine: ‘Paris-Manhattan’: Woody de mis amores

Póster de la película Paris-Manhattan, con la aparición de Woody Allen

Alice es una guapa y joven soltera farmacéutica que siente una insólita fascinación por Woody Allen. A pesar de que su soltería es un tema que no le preocupa en absoluto, su entorno familiar vive obsesionado por encontrarle pareja a toda costa, aunque en realidad ella desea a la pareja de su hermana. Como en los grandes amores, Victor aparecerá en la vida de Alice sin previo aviso, al acudir para instalar una alarma de seguridad en la farmacia que Alice ha heredado de su padre. Victor lo verá claro al instante y luchará por estar a su lado, aunque Alice necesitará un poco más de tiempo y de los imaginarios consejos de Woody Allen para aceptar lo que ella se niega repetidamente: el amor ha llamado a su puerta.

El cine de Woody Allen ha marcado a muchos cinéfilos. La agilidad de su pluma, sus adorables y chalados personajes y los registros que ha ido tocando durante su prolífica carrera, convierten al Neoyorquino en una marca registrada propia. Los que le adoran, lo hacen incondicionalmente. Los que no, les produce indiferencia e incluso rechazo.

El espíritu de Allen impregna toda la película, tanto en la concepción de los personajes (niños y niñas bien de la Sociedad francesa, con tanto glamour por fuera como inseguridad en su interior), como en el desarrollo de la trama, que se centra en la búsqueda del amor de Alice, que se debate entre el príncipe azul (rico, sofisticado, culto) y el instalador de alarmas con un alarmante pesimismo vital (¿les suena, verdad?). 

Los apenas ochenta minutos de metraje trascurren en un suspiro. ‘Paris-Manhattan’ es tan cómoda de ver como olvidable al salir de la sala.

Es una lástima que el homenaje a la genialidad de Woody Allen se quede en la superficie, esbozando personajes y situaciones, sin explorar la riqueza de éste en más de 40 años como director y guionista, plagados de grandes películas, afilados libretos y momentos que quedarán grabados para siempre como lo mejor del Séptimo Arte.

Como postal animada del esnobismo francés ‘Paris-Manhattan’ no está mal. Incluso alguno de sus personajes, con algo más de desarrollo (Alice y su padre, por ejemplo) bien podrían haber salido de la pluma del loado cineasta.

El neurótico gafotas está presente, pero su alma se ha quedado en su adorada Nueva York. Y es que sólo Allen puede aparentar ser Allen. Lo demás, está condenado a quedarse a medias.

Lo mejor: no aburre.

Lo peor: se queda en la superficie.

Por: Eduardo Bonafonte Serrano.

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