Críticas de Cine: ‘Boyhood (Momentos de una vida)’: una experiencia única
Mason es un muchacho de 6 años que, al poco del regreso de su padre, se encuentra con un momento bastante desagradable a tan corta edad: el divorcio de sus padres. Su madre, mujer de mucho carácter, decide irse con ellos y alejarlos de su progenitor. A lo largo de los años, este pequeño irá tomando sus decisiones a lo largo de la infancia y adolescencia hasta que llegamos con él a la universidad, donde, a partir de ese momento, podremos ver que es lo que la vida le ha deparado a él y a los suyos.
La vida misma.
Con esta sencilla (y a la vez tan complicada) frase, podemos definir la última (y única) hazaña cinematográfica de Richard Linklater, ese gurú del Indie que, durante años, se ha ido labrando una carrera jalonada de grandes películas que ha alcanzado su punto álgido con ‘Boyhood’.
Su película nos pone frente a frente con el viaje hacia la madurez de un niño cualquiera, en una vida cualquiera, en un entorno cualquiera… que podría ser el nuestro.
Ahí radica su grandeza, en ser tan pequeña y a la vez tan grande. En desmenuzar la cotidianeidad de una vida que va de A a B y a C siguiendo el camino establecido y convertirla en la experiencia vital cinematográfica más estimulante jamás vista en la gran pantalla. En un Drama que bebe de la vida misma, sin más, ni menos.
‘Boyhood’ nos cala hondo porque el viaje de todos y cada uno de sus personajes está tan anclado en la realidad que podemos hacerlo con ellos, rescatando de nuestra memoria esos momentos de una vida, la nuestra, donde experimentamos las mismas sensaciones que el joven Mason, nos hicimos las mismas preguntas y deambulamos (¿dejamos de hacerlo alguna vez?), perdidos, por la vida.
Películas como ésta dejan patente la grandeza del Séptimo Arte, trascendiendo las épocas, las modas de cada momento y el hecho de que la evolución cambie nuestra forma de viajar por la vida, pero no el viaje en sí mismo.
Richard Linklater ha logrado un hito: una película sin fecha de caducidad. Independientemente de qué nos depare el futuro, siempre habrá una introducción, un nudo y un desenlace en la historia de cada uno de nosotros.
Con la madurez de un director en la cúspide de su carrera, Linklater ha convertido el viaje desde la infancia a la adolescencia y a los primeros pasos de la madurez en una película donde (literal y figuradamente), los personajes crecen.
Y lo ha hecho apuntalando un estilo que le convierte, por derecho propio, en uno de los cineastas más importantes de su generación que, por fin, firma su Obra Maestra donde ha captado para la posteridad la esencia… de la vida.
Lo mejor: como la vida de cada uno, es única.
Lo peor: el guión no es el mejor escrito de Linklater.
Por: Eduardo Bonafonte Serrano.
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