Críticas de Cine: ‘Transformers. La era de la extinción’: Bay va a lo suyo
La película comienza tras una épica batalla que arrasa una gran ciudad, pero salva al mundo. Mientras la humanidad se reorganiza, aparece un misterioso grupo que pretende controlar el rumbo de la historia… mientras que una nueva amenaza, antigua y poderosa, pone a la Tierra en su punto de mira.
Con la ayuda de un nuevo grupo de humanos, Optimus Prime y los Autobots se disponen a enfrentarse a su más temible desafío hasta el momento. En una aventura increíble, se ven envueltos en una lucha entre el bien y el mal que les lleva a luchar por todo el mundo en una batalla definitiva.
Como no creo en la película totalmente mala, primero, las bondades: los efectos visuales, la planificación de las escenas de acción y la producción en general, son espectaculares. Dicho esto: estamos ante la peor entrega de una franquicia desgastada y, también, ante el peor Blockbuster en lo que va de año (y, si me apuran, de siglo). ‘Transformers’ supuso un tsunami de taquilla, lo que propició no solo que Michael Bay (director que, sobre todo, hace cine para él), escalara a los puestos más altos del ranking de cineastas taquilleros, sino que se sucedieran tres secuelas que, sin prisa pero sin pausa, han degradado la entretenida cinta original.
Lo que se ha publicitado como un ‘reinicio’ de la franquicia, es solo la continuación amplificada y a ratos caricaturizada de los peores tics de Michael Bay: excesiva, sobreactuada, estúpida, videoclipera y semper fi.
Mark Walhberg se dedica a exhibir lo buen padre (y americano) que es; los jovencitos que lo acompañan hacen de la tontería teen un arte; Kelsey Grammer y Stanley Tucci parecen gritar un ‘¡lo hacemos por dinero, lo hacemos por dinero!’, defendiendo con desgana lo indefendible; Optimus Prime aburre a las ovejas con sus discursos/batallitas que encontraríamos en cualquier galletita de la fortuna, y las nuevas caras robóticas se unen al despropósito como si tal cosa.
Los personajes, más planos que la línea del horizonte, nos importan un pimiento; la apabullante acción acaba por saturarnos, con las típicas escenas made in Bay donde, a menudo, somos incapaces de enteramos de lo que está pasando; los pasajes íntimos parecen sacados de la MTV… todo lo vemos venir, a kilómetros.
¿Lo peor? Que el impecable funcionamiento en taquilla (un Billón de dólares a nivel mundial, hasta el momento) da por sentada una segunda trilogía, después del (cantado) desenlace.
Quizás la quinta entrega vuelvan a reiniciar y los protagonistas sean una monísima y abnegada madre soltera con hija rebelde y novio guapetón, y un directivo de gran y malvada empresa arrepentido de sus desmanes; los Autobots lo pasarán mal para al final resolverlo todo a ritmo de cancioncilla pegadiza y portaaviones (o tanque, o cuartel, o submarino gigante) como telón de fondo…
No tengan duda: la quinta llegará, y será peor que ésta, si el timón lo lleva el señor encantado de haberse conocido, cuya única inquietud es sublimar los impulsos de un adolescente metido en la piel de un surfero de 49 años.
¿Quién sabe? A lo mejor hasta vemos Ardillabots…
No pierdan el tiempo.
Lo mejor: los efectos visuales.
Lo peor: solo se justifica como máquina de hacer billetes.
Por: Eduardo Bonafonte Serrano.
Como no creo en la película totalmente mala, primero, las bondades: los efectos visuales, la planificación de las escenas de acción y la producción en general, son espectaculares. Dicho esto: estamos ante la peor entrega de una franquicia desgastada y, también, ante el peor Blockbuster en lo que va de año (y, si me apuran, de siglo). ‘Transformers’ supuso un tsunami de taquilla, lo que propició no solo que Michael Bay (director que, sobre todo, hace cine para él), escalara a los puestos más altos del ranking de cineastas taquilleros, sino que se sucedieran tres secuelas que, sin prisa pero sin pausa, han degradado la entretenida cinta original.
Lo que se ha publicitado como un ‘reinicio’ de la franquicia, es solo la continuación amplificada y a ratos caricaturizada de los peores tics de Michael Bay: excesiva, sobreactuada, estúpida, videoclipera y semper fi.
Mark Walhberg se dedica a exhibir lo buen padre (y americano) que es; los jovencitos que lo acompañan hacen de la tontería teen un arte; Kelsey Grammer y Stanley Tucci parecen gritar un ‘¡lo hacemos por dinero, lo hacemos por dinero!’, defendiendo con desgana lo indefendible; Optimus Prime aburre a las ovejas con sus discursos/batallitas que encontraríamos en cualquier galletita de la fortuna, y las nuevas caras robóticas se unen al despropósito como si tal cosa.
Los personajes, más planos que la línea del horizonte, nos importan un pimiento; la apabullante acción acaba por saturarnos, con las típicas escenas made in Bay donde, a menudo, somos incapaces de enteramos de lo que está pasando; los pasajes íntimos parecen sacados de la MTV… todo lo vemos venir, a kilómetros.
¿Lo peor? Que el impecable funcionamiento en taquilla (un Billón de dólares a nivel mundial, hasta el momento) da por sentada una segunda trilogía, después del (cantado) desenlace.
Quizás la quinta entrega vuelvan a reiniciar y los protagonistas sean una monísima y abnegada madre soltera con hija rebelde y novio guapetón, y un directivo de gran y malvada empresa arrepentido de sus desmanes; los Autobots lo pasarán mal para al final resolverlo todo a ritmo de cancioncilla pegadiza y portaaviones (o tanque, o cuartel, o submarino gigante) como telón de fondo…
No tengan duda: la quinta llegará, y será peor que ésta, si el timón lo lleva el señor encantado de haberse conocido, cuya única inquietud es sublimar los impulsos de un adolescente metido en la piel de un surfero de 49 años.
¿Quién sabe? A lo mejor hasta vemos Ardillabots…
No pierdan el tiempo.
Lo mejor: los efectos visuales.
Lo peor: solo se justifica como máquina de hacer billetes.
Por: Eduardo Bonafonte Serrano.
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