'Críticas de Cine': 'El amanecer del planeta de los Simios': una historia de violencia
La
población de la Tierra ha perecido, casi en su totalidad, a causa de una gran
pandemia, la Gripe Simia. Los supervivientes del apocalipsis vírico viven una
insostenible tregua con una comunidad de simios que ha evolucionado, de forma
inteligente, en los bosques de Muir Woods (San Francisco), bajo el liderazgo de
César. Después de diez años, los humanos rompen el tratado de paz y se
encaminan a la guerra final contra los primates para dilucidar que especie se
hará con el control del planeta.
'Simio no mata Simio'. Ese es el axioma, la filosofía de
vida y convivencia de César, el líder indiscutible de la nueva población simia,
que domina el salvaje planeta Tierra, diezmado por un virus mortal para los
humanos, creado en un Laboratorio donde el hombre jugaba a ser Dios.
César no quiere guerra, sino convivir en paz, prosperar y
alcanzar la felicidad junto a los suyos. Pero, como toda buena historia de
violencia (y ésta lo es), los deseos bienintencionados de unos chocan
frontalmente con los odios de otros.
'El amanecer del planeta de los Simios', deslumbra más
allá de su impecable factura técnica, sin duda la mejor captura de movimiento y
recreación digital desde el 'Avatar' de James Cameron. La convivencia en el
poblado de César haría las delicias de Dian Fossey.
Matt Reeves toma el relevo de Rupert Wyatt y, lejos de
llevar el relato por la vertiente más sencilla (la bélica con acción a raudales),
pergeña una segunda entrega superior a la primera que, además, cuenta con el
protagonismo absoluto y convincente (ya es hora de darle un Oscar a Andy
Serkis, el hombre detrás de Gollum, King Kong y César) del líder simio.
La película de Reeves no es una historia centrada en la
imagen y el espectáculo (imparable, eso sí, cuando navega en modo Blockbuster), sino en los atribulados
personajes y el potencial del mensaje.
A ambos lados de la evolución, el odio ha calado hondo. También
el miedo, la ira, la ignorancia, los prejuicios... Aliados peligrosos en la
búsqueda de la paz y la convivencia.
Como imágenes reflejadas en un espejo, el primate Koba y el líder humano Dreyfus son incapaces de
evolucionar, de abrazar la supervivencia en paz como único camino. Ellos,
maltratados por Humanos y Simios, solo conocen la venganza.
El Simio evoluciona cuando se entrega a los pacifistas dogmas
de César. El humano involuciona, preso del lado más oscuro de su naturaleza. La
guerra, por tanto, es inevitable.
Por si la majestad visual y la entidad narrativa por
encima de la media para una cinta veraniega no fueran suficientes, la partitura
de Michael Giacchino pone la guinda al pastel. Cuando las notas intimistas irrumpen
(al igual que lo hicieron en las magníficas composiciones de 'Perdidos (Lost)',
'Up' o el nacimiento de James T. Kirk en 'Star Trek (2009)'), el círculo se
completa.
Sin duda, la mejor superproducción en lo que va de año.
Lo
mejor: hay mucho más que el intachable despliegue técnico.
Lo peor: que no tengamos más Blockbusters así en la cartelera.
Por: Eduardo Bonafonte Serrano.
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